Carla Bruni: «Tengo 56 años pero en mi interior sigo siendo una adolescente»

La cantante, ex modelo y ex primera dama francesa actúa el próximo viernes en el festival La Mar de Músicas, que acaba de arrancar en Cartagena

Carla Bruni (Turín, 1967) atiende por teléfono durante el breve lapso de tiempo en que el barco en el que viaja está en una zona con cobertura. Sólo pone una condición: no hablar de su imputación en la investigación sobre la presunta financiación irregular de la campaña de su marido, el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, en 2007. Salvado ese escollo, nunca mejor dicho, todo es dulzura de cara a comentar su concierto el próximo día 27 en el festival La Mar de Músicas, que ha arrancado este viernes en Cartagena.

¿Qué nos puede decir de esta actuación?

Será algo romántico y tierno. Intentamos darle a la gente algo de dulzura, que es lo que hace falta ahora. Necesitamos dulzura y también serenidad. Curarnos y descansar de toda esta saturación de información.

¿Habrá alguna canción nueva? ¿Se encuentra componiendo?

Estoy trabajando en mis propias canciones, pero soy muuuuy lenta. Muchos de mis amigos son músicos y escriben un disco al año. En realidad, casi todo el mundo tiene un ritmo normal a la hora de componer música. Por eso es un placer hacer colaboraciones y me hace muy feliz cuando me llaman para una. Me cuesta horrores sacar mi propio material, incluso cuando es lo que realmente me gusta. Nunca fui rápida, ni siquiera de joven.

¿Por qué cree que su música sigue gustando?

Soy igualmente mala con lo de detectar las claves de por qué las cosas suceden como suceden. Mi primer álbum, ‘Quelqu’un m’a dit’ [2002], me colmó de felicidad: la gente me escribió cartas maravillosas que todavía conservo y leo. No tenía ni idea de que este disco tendría este destino fabuloso. Que no fue algo que viniese de mí; yo solamente me limité a hacer las canciones. Fue más bien que vino hacia mí. A todo el mundo le encantó. La gente se enamoró con él, lo utilizó para sus momentos de felicidad, también para los momentos de tristeza… Me siento muy agradecida. Y hay igualmente algo cómico, porque tengo 56 años pero, en mi interior, soy una adolescente. Tal vez por eso es no envejece: porque es un disco adolescente.

Ahora que menciona lo de enamorarse, ¿piensa en toda la gente que ha hecho el amor con su música?

Incluso si no hablamos en términos sexuales, si pienso en toda la gente que se ha besado con mis canciones… ¡Oh, Dios mío! Me hace sentir genial. Esto me recuerda una historia divertida.

Cuéntela, por favor se lo pido.

Para mi tercer disco, ‘Comme si de rien n’était’ [2008], usé un fragmento de un poema que escribió Michel Houellebecq a partir de su libro ‘La posibilidad de una isla’ para hacer una canción. Por aquel entonces todavía no éramos tan amigos como ahora, así que le llamé para decirle que si le apetecía escuchar cómo había quedado el tema. Porque quería que le gustase. Es una canción apacible, para bailarla despacio, coqueteando con otra persona. Así que vino y le pregunté qué le parecía. Me dijo que romántica, pero entonces afirmó: «Lo que me hace sufrir es pensar que tal vez la gente joven baile y se bese con esta música». Y yo: «Pero Michel, eso es estupendo. ¿Por qué te hace sufrir?». Y él: «Porque ya nunca seré joven. ¿No es espantoso?». Entonces me reí: «¡Ni yo tampoco!». Prefiero ver la parte bonita, que es que los jóvenes se van a besar; chicos con chicas, chicos con chicos, chicas con chicas, o incluso madres besando a sus hijos. Si mis canciones te llevan a un estado de ánimo tierno y dulce, estoy feliz.

¿Qué significa para usted cantar en directo?

Es como un huracán, algo muy grande. Al principio, cuando empecé a dar conciertos, estaba permanentemente al borde del infarto. Era algo muy loco, pero pensaba que me iba a morir cuando saliese al escenario. Quería morirme, de hecho. Pero nunca te mueres. Es lo mismo que cuando das a luz: cuando llega el momento del parto dices que has cambiado de idea, pero es demasiado tarde, ya no hay elección. Del mismo modo, cantar en vivo es un milagro. Me hace sentir como… ¡Jesucristo! No, estoy bromeando. Pero da miedo, hay magia. Y, sobre todo, me hace sentir mucha gratitud. Muchas emociones mezcladas.

Interesante

Después de cada concierto una no se puede ir a la cama, de la excitación. Yo me quedo leyendo libros hasta las tres de la mañana, porque no hay nada que hacer: llena tu cuerpo de adrenalina. Por el miedo y también por el placer. Ahora que hablamos de esto, creo que deberían vender adrenalina para la gente. Y te diré más: ir de gira no es mi actividad favorita, pero he hecho alguna. Y normalmente, cuando vas de tour, enfermas. Pero cuando subo ante el público desaparece completamente. «Claro, por la adrenalina del show que no has quemado», me dijo un amigo. Y es verdad. ¡Dadnos adrenalina! Hacedla sintética, porque funciona, de verdad.

Pero es también una droga que provoca estrés.

Pero el estrés es bueno. La gente dice que es malo. Pero, ¿sabes cuando no tienes estrés? Exacto: cuando te mueres. El estrés es vida.

¿Por qué cree que la música provoca todo esto?

La música tiene una vibración muy poderosa. Se mete en nuestro cuerpo, la sentimos. Por eso la música no precisa ninguna explicación. Porque es ondas, sensaciones. Y creo que la música está conectada con la eternidad. De hecho, la naturaleza tiene música por todos lados: en los pájaros, en el viento… Ni siquiera hacemos falta, los humanos, para que ésta se produzca. Es otro motivo para mostrarse agradecida. Es como: tenemos música, qué afortunados somos.

¿Algo más?

La música puede ser un refugio frente a los problemas colectivos o individuales. Incluso para el que la crea. Al menos la mía lo es para mí.

¿Qué le parece la relación entre creación y fama?

Los referentes culturales no tienen nada que ver con la fama. Ésta tiene un componente de agresividad. Pienso en Van Gogh, al que nadie conocía. O incluso en Picasso, al que nadie paraba por la calle, o al menos no antes de ser un anciano. Ahora todo el mundo está obsesionado con la fama. Y todo el mundo es en cierto modo famoso gracias a las redes sociales: se ha hecho realidad la predicción de Andy Warhol sobre los 15 minutos. Para mí la clave está en la imagen, en cómo pasamos siglos perdidos en nuestras propias imágenes, en una suerte de narcisismo aburrido. Eso no importa en absoluto. La imagen nunca es buena para la humanidad. De hecho, las tres grandes religiones la han prohibido en algún momento.